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lunes, 7 de septiembre de 2020

LA EPIDEMIA DE LA DESCONFIANZA


                            A la desconfianza por falta de transparencia y auto-explotación, ahora se le suma el riesgo que supone el prójimo por la  pandemia.

 Byung-Chul Han nos advierte que personas con exigencias de transparencia, provoca una mayor desconfianza entre las partes, pues es imposible el absoluto conocimiento del prójimo y sus intenciones dado que la misma evidencia del inconsciente supone una imposibilidad desde el inicio (el propio individuo incapaz de leer su inconsciente) de una total revelación de las intenciones reales. 

La fe es necesaria para que surja la confianza, sin embargo vivimos en una época de poca fe en los otros y de moral baja para consigo misma, producto de un sistema que promueve el estímulo desenfrenado por metas y objetivos auto-impuestos como imperativo de la libertad personal, de "hacer porque puedo", para demostrar así que no se cae en coacciones externas, así, encuentra en el sobre esfuerzo la frustración de nunca alcanzar el total de su auto-exigencia, pero no termina en el individuo por si mismo, sino que como integrante de un conjunto de individuos, se traslada la regulación hacia el prójimo, haciendose juez y verdugo del que no da de sí todo lo que podría dar.  

Pero esto lleva a un mal mayor, que es la perdida de confianza en el otro, pues, en tanto y cuanto la auto-exigencia es la representación de la voluntad libre, se supone que si no hay más de entrega por parte del otro, es señal de falta de voluntad, desgano o desinterés por la persona en cuestión, quizás hasta sea que el verdadero interés se está depositando en otras cuestiones y toda palabra o compromiso asumido pierde credibilidad ante ese límite de esa supuesta voluntad libre de dar más.

Este dar más, incluye la revelación de los pensamientos, que una vez descubiertos por el otro en la observación de las contradicciones de este, suscita la desconfianza por no haberlo puesto en claridad antes que se lo descubriera, pues una vez, más en esa libertad auto-impuesta, no existe la posibilidad de una imposibilidad de obscuridad personal involuntaria, sino más bien voluntaria y consciente. 

Ahora, se suma la desconfianza en el lenguaje del tapaboca, pues ante la duda de que los medios no logren todo el efecto buscado de recordarle a la población diariamente que cada "hijo de vecino" puede ser potencialmente el portador del mal, que mejor que promover "por el bien de la población" usar un artefacto de filtros dudosos, como si se tratase de publicidad de marcas registradas en camisetas y gorras de mala calidad, para reforzarnos entre nosotros la idea de que tal vez, puede ser, potencialmente, que aquella persona con la que te cruzas sea el causante de la desgracia de tu salud y la de tus seres queridos, pero podemos ir un poco más profundo de la cuestión, cuando los propios miembros de la familia se le pide usar tapaboca entre ellos, desconfianza al nivel extremos, donde tus seres queridos, pueden ser los enemigos de la salud de la propia familia.

LA ERA DE LA DESCONFIANZA.