DEFENSA
PERSONAL
La
defensa personal en sí misma es un arte, por ende, es de máxima prioridad
buscar y conocer sus principios a través de una profunda reflexión.
La
incapacidad para dominar los principios que rigen a la defensa personal debe
ser para quienes practican este arte el peor de los defectos, por el contrario,
debe ser la característica más resaltante de su personalidad.
Aquellas
personas que practican defensa personal pero que por diversas circunstancias no
hacen de ese arte una forma de vida, pueden alcanzar las habilidades de un experto,
pero esa forma de lograr un repentino y azaroso dominio no es garantía de que
en todo momento y circunstancias podrán mantener ese nivel.
¿Pero
cómo hacer de la defensa personal un modo de vida?
El
entrenamiento es una constante en la vida, aplicando las premisas de las artes
marciales en todas las áreas personales y los conocimientos como una ciencia a
la cual deben dedicar seriedad.
La
destreza en el arte de la defensa personal va siempre acompañada con una sólida
personalidad.
Los
individuos que carecen de personalidad basada en principios claros y bien definidos
son víctimas de la falta de carácter, no pudiendo controlar sus impulsos ante
las provocaciones y dejándose influenciar ante infinidad de acontecimientos y personas.
Estas
personas carentes de carácter, con el paso del tiempo terminan dándose cuenta de
que no han logrado sus objetivos por no haber adquirido la facultad de regular
sus propios actos a través de los principios de conducta que desde sus
comienzos debieron trabajar.
¿Y cómo
lograr dominar los principios?
Es
prioritario tener como complemento a la práctica continua, seria y dedicada,
una vida intelectual de similares características.
La práctica física y el desarrollo intelectual
son claves para el correcto análisis y la aplicación efectiva de los
movimientos.
En
ciertas circunstancias donde inevitablemente la defensa debe ser aplicada, esta
debe estar basada en la actitud y la confianza, las cuales adquieren verdadero
significado cuando se sustentan en el conocimiento y la certeza de que se podrá
aplicar los conocimientos con suma efectividad, y que atiende a los actos y
conductas moralmente aceptadas para sí mismo y la sociedad.
Seguir
este camino lleva a que el practicante se haga acreedor de una fuerza
espiritual que le hace perseverar más allá de los límites de resistencia común.
¿Cómo se
pueden adquirir los principios de la defensa personal?
Hay
algo muy evidente y es que, si bien es necesario ponerse bajo la tutela de
expertos en el área, no hay garantías de que se obtendrán todos los principios
o que se dominarán a la perfección.
Un
factor que deteriora la práctica es la falta de carácter en el individuo, jamás
se alcanzará tales dominios por más expertos que siga e imite durante años si
la actitud no permite profundizar en el estudio y la comprensión sobre los
puntos fuertes y débiles de cada técnica, por lo tanto y como reflexión final,
se puede asumir que la iniciativa nunca está ausente en la personalidad del practicante, aunque esta
sea autodestructiva.
Prácticamente los principios serán develados a
quienes por su cuenta y sus reflexiones puedan abrir las puertas.
Luego
no basta con que estos sean descubiertos, deben ser asimilados para que puedan
surgir sin esfuerzo y como una respuesta natural a la situación.
DESAROLLAR
AL MÁXIMO EL POTENCIAL DEFENSIVO
Debemos
partir de la base que el arte de la defensa personal se ejerce sobre seres
humanos con fines de preservar todo aquello que valoramos.
Los
factores como el control y la supremacía sobre otras personas perpetúan el
estado que uno pretende preservar.
¿Qué
principios sostienen estos factores?
Es
necesario enumerar como principios la inteligencia aplicada a la técnica, la
actitud y el instinto de supervivencia.
Hay
tres pautas que con el tiempo y su práctica conducen al perfeccionamiento de la
defensa personal y son:
1. Tener iniciativa aplicada a todo lo
referente a la defensa personal y el mejoramiento constante.
2. Buscar siempre que el entrenamiento sea
cada vez más eficaz.
3. Mantener siempre la confianza por sobre
todas las cosas y situaciones que se presenten.
Quienes
ejercen su derecho de aplicar la defensa personal profesan la premisa de que “nacemos libres y soberanos de nuestra vida”.
Esta
premisa es muy importante para quienes procuran su seguridad y la de otros, y
no por ello se ha de cometer abusos en nombre de ella. Por eso aquí van tres
preguntas que de seguro podrán guiar al practicante sobre los derechos y
límites con respecto a las libertades:
¿Hasta
cuándo y cuánto es suficiente?
Esto
se refiere a la medida correcta de tolerancia hacia un agravio y aplica también
al contraataque que se debe dar.
¿Dónde y
en qué circunstancias amerita realmente aplicar la defensa personal y hasta
donde es justificada la respuesta defensiva según la circunstancia?
¿En qué
punto una respuesta defensiva pasa de ser una respuesta justa a un abuso de
poder?
Saber
valorar la gravedad de la situación y anticipar las consecuencias de los actos
es una prioridad para los practicantes de la defensa personal.
No
es prudente tomar una acción defensiva y no saber los límites, para eso es
necesario evaluar la situación y las posibles soluciones viables a tomar.
Siempre,
toda defensa personal en su raíz ha de ser humana, ningún practicante tiene más
derechos sobre otros, mucho menos tienen derecho de humillar física o
mentalmente a otro ser humano.
La
arrogancia y la brutalidad merecen el peor de los desprecios por parte de los
practicantes del arte de la defensa personal.
Todo
acto de violencia que no aplique directamente a una defensa justa es ajeno a la
premisa que mueve la defensa personal.
En
definitiva, la defensa personal debe ser aplicada con juicio, razón y respeto
hacia los seres humanos. Evitando caer en la vanidad, el exceso de confianza y
la subestimación de las habilidades del agresor.
La
defensa personal no debe aplicarse por gloria o reconocimiento sino para
preservar la vida y todo lo que ella representa.
La
defensa personal no es una utopía sino una fuerte convicción de quienes toman
en serio este camino, todo acto de violencia para el practicante es ante todo
el último recurso a tomar procurando que sea el menos perjudicial dentro de la
efectividad. Pero es una realidad que, en el momento requerido, toda la
energía, toda la habilidad y todo el carácter deberán ser desplegados a su
máximo exponente condicionado por el entrenamiento adecuado, es decir, una
formación adecuada de la mente y el cuerpo.
CÓMO
CONSEGUIR QUE LA DEFENSA SEA
EFECTIVA
La
fuerza interior es el impulso que caracteriza a las personas que están por
encima de los demás y es reflejada hacia el exterior cuando por diversos
mecanismos manifiesta su valía.
La
responsabilidad que el practicante debe asumir es la de buscar los medios
adecuados que le permitan estimular su fuerza interior.
¿Pero...
qué es la fuerza interior?
La
fuerza interior es un estado de conciencia que hace a toda persona actuar de
tal manera que sus habilidades terminan superando a la de su par.
La
fuerza interior suele nombrarse como arrojo o determinación, pero sin pasar al
extremo de testarudez o inconsciencia.
Se
ve quien tiene esa fuerza ya que siempre está listo y capacitado para
sobrellevar el conflicto y salir airoso, pero lo que pocos saben es que durante
años ha estado preparándose en todos los niveles y áreas de su persona, dando
el máximo de su potencial en cada entrenamiento siempre con sinceridad y pasión
para conocerse a sí mismo y descubrir sus debilidades y fortalezas.
La
buena práctica lleva al practicante en la defensa personal a desarrollar formas
y movimientos templados que terminan incorporándose a su carácter.
Estos
atributos toman un valor cuantioso cuando el practicante se encuentra ante
circunstancias apremiantes.
Otra
prioridad en la formación de una practicante en el arte de la defensa es la
cortesía. La cortesía en situaciones donde la mayor parte de la sociedad
reaccionaria con descontrol indica una clara señal de que el practicante está
preparado para resolver conflictos, no siente presión por parte de la situación
que se le ha planteado porque su conocimiento y experiencia lo respaldan.
La
premisa de que un sentimiento permita estimular la fuerza y energía interior se
basa en el concepto de dignidad humana.
A
través de este mismo sentimiento el practicante promueve la buena fe de todas
las personas y dirige sus actuaciones procurando cuidar la dignidad de cada
persona con la que trata. Y otros
factores que un practicante tiene en cuenta son: estar siempre alerta pero no
caer en la paranoia de la persecución, no dejarse humillar pero tampoco
reaccionar inapropiadamente ante los intentos de provocación y asegurarse que su
primera impresión desaliente todo intento de dominio por parte del agresor sobre
su persona.
VENCER
CON LA VOLUNTAD
El
instinto es fundamental para intuir o percibir los movimientos que hará el
agresor, esta es la verdadera clave para desarmar a un agresor, si el
practicante carece de ese instinto o le falla en el momento que lo necesita,
sus movimientos serán inapropiados y seguramente fuera de tiempo.
Lo
que permite al practicante tener timing es la mente calma.
La
calma en medio de una tormenta solo se logra asumiendo su lugar y participación
en esa situación, así el instinto se vuelve reflejo y acciones acertadas.
Lo
que hace que la mente se perturbe es la inseguridad y la arrogancia, ambos
factores son productos internos que son afectados por factores externos y que
distorsionan la correcta evaluación de la situación.
La
percepción, así como la fuerza interior es un estado de conciencia y cuanto más
pura se mantenga la mente más efectiva se vuelve la aplicación de la
defensa.
Es
un grave error caminar distraídos o con aires de superioridad, despreocupación
o inseguridad, siempre se debe conducir con templanza, serenidad mental y
emocional.
Si
hay temas para pensar y resolver es mejor hacerlo en un lugar donde se pueda
bajar la guardia.
Moverse
de esta manera y sumado la cortesía, el practicante se convierte en un ser el
cual se le debe respetar.
La
fuerza interior y la intuición son la clave para la adaptación a la situación,
permiten una rápida movilidad y adecuación de la actitud, objetivos y
prioridades para aprovechar los puntos flacos que ha dejado el agresor y
golpearlo con la técnica más contundente.
FORMACIÓN
Y DISCIPLINA
¿Cuál es
el ideal al que un practicante en el arte de la defensa personal debería
aspirar?
¿Qué
opciones tomar cuando la vida muestra que la violencia parece reinar en las
calles de una ciudad?
Quizás
el practicante debería aspirar a llegar a no temerle a nada y a nadie, de esa
forma respondería a las dos preguntas... ¿pero... acaso el carecer de temor no pondría
al practicante a merced de un camino ya trazado por el agresor?
Temas
como este hace que un practicante deba ser dedicado y llevar un entrenamiento
adecuado que le permita conocerse a sí mismo.
Cada
practicante tiene su propia personalidad y sus propias tendencias naturales,
por lo tanto, debe reconocerlas para lograr equilibrarlas, estar bien consigo
mismo y que pueda aprovecharla en cada decisión que asuma.
El
practicante que realmente se domina a sí mismo está seguro de sus palabras y
acciones, esto le permite conservar el respeto hacia los demás.
Si
comete un error no tiene inconveniente en solicitar disculpas, pero jamás se
rebajará a la disculpa humillante porque él sabe que lo más importante en la
formación y la disciplina es la disposición a superar el error.
Porque
sabe que nadie está a salvo de caer en falta el practicante de la defensa
personal se cuida de reaccionar con ira y hostilidad ante las ofensas que son
lanzadas contra él.
Sin
perder la franqueza en sus palabras cuida su tono de voz y las palabras a
utilizar como respuesta, con serenidad y templanza aclara la situación para dar
una nueva oportunidad a que se le dirija con cortesía.
El
practicante en el arte de la defensa personal es quien más que otro debe
mantener la calma y hacer uso de la cortesía, de esa forma evita cualquier mal
entendido y a su vez ya da razones sobradas para no incurrir en la práctica
ofensiva tanto física como verbal.
Mantener
una cortesía sin sinceridad es como entrar a un laberinto; no se sabe si se saldrá
airoso de esa situación, en cambio cuando la cortesía tiene como fundamento la
sinceridad consigo mismo y hacia el otro, el practicante puede ir estableciendo
las pautas y las evaluaciones de cómo evoluciona la situación sin correr el
riesgo de caer en falsas especulaciones.
Saber
expresarse con sinceridad nada tiene que ver con revelar las intenciones y movimientos
antes de tiempo, ser sincero y cortez significa admitir que existe una dificultad,
pero no perder el control de la situación.
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