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martes, 20 de octubre de 2020

LO HE PERDIDO... ¿Y AHORA QUÉ?

 

Libérate de tus ataduras, la libertad y la creatividad siempre son mucho más beneficiosas que las opiniones de los demás, olvídate de todo lo que te dijeron sobre lo que es el amor, el triunfo, la pareja, la vida. 

Lo fundamental para liberarte de tus ataduras y dejar de sufrir, es ser consciente de aquello que tratas de defender. 

¿Eres consciente realmente lo que estás queriendo proteger?

 ¿De qué te quieres resguardar? 

¿A qué le temes? 

Aquello que te niegas a renunciar, es obviamente de menor importancia, con respecto a aquello que te supone no aceptar el hecho de que ya no está.

Una vez tienes claro estas cuestiones en tu interior, podrás pensar con libertad, en mejorar tu situación.

Si para resolver el problema que atañe al problema en cuestión, supone una revisión del trasfondo por lo cual no aceptas la perdida, enfocar la atención y  las energías, en resolver el sufrimiento que se tiene por la perdida de ese objeto, alimenta aún más la confusión.

 Es así que identificar aquello de lo que realmente se carece y se proyecta sobre el objeto en el cual se a creado esa correlación, es la clave para liberarse y no caer nunca más en ese tipo de sufrimientos.

Aún así, es de rigor hacerse esta pregunta:

 ¿Y si ese objeto no es un objeto? ¿si es una persona? 

Las personas no son jarrones, que dependiendo de como lo uses, se rompe o se mantiene intacto.

Si quien sufre, identifica al otro como persona y no como una cosa, tiene la capacidad de empatizar con la idea y el hecho de que existe voluntad y espíritu inminente de libertad en pensamiento y decisión en ese otro, ve con claridad que todo ser empoderado de su voluntad, no puede ser gobernado ni subyugado, por lo cual (el abandonado) reconoce que sujetar a un ente es esclavizar, y este estadio de la persona supone una perdida de la ética establecida para el amor, pues etimológicamente significa "deseo por... " y la pregunta que derrumba el esclavizar a otro esperando que aún así desee estar con él, sería: ¿Cómo dar garantías de que el sujetado está, pese a su condición, por su deseo de estar con el otro?

A lo cual le sigue otra pregunta:

 ¿Es posible sentirse uno amado sin el deseo del otro por el uno?

¿El fingimiento es suficiente para convencerse a si mismo de que se es amado? y si la respuesta fuera sí, ¿acaso esto, no termina cosificando al otro?

Siendo esto un indicio de sospecha, pues... garantizar ese tipo de amor, supondría cuidar que no existiera ningún tipo de subversión.

 Pero aún así, y en este caso, cuando utilizo el termino "objeto", no pretendo usarlo en el significado peyorativo que supone cosificar a todo lo que no es uno, sino que aplico esta forma descriptiva de manera que toda manifestación que no es uno pueda ser mirada, aunque con un claro reduccionismo, como el potencial utilitarismo que el sufrido pretende no perder, por aquello que podía aprovechar y descartar de lo que tenía y ahora ya no.

Llámese a ese objeto perdido: amor, pareja, empresa, sueño, etc. 

Aún así, hay una perdida que podría ser más difícil de gestionar... el fallecimiento de un ser querido.

 A diferencia de lo narrado con anterioridad, sobre la voluntad de las personas, aquí ( a menos que hablemos de suicidio, en aparente decisión personal) la cuestión de aceptar la vida del otro como objeto de  posesión, anula la idea de impermanencia, creando una falsa expectativa de control, evitar caer en la cosificación del otro, permitirá estar siempre en alerta, y así evitar ser sorprendidos por lo único comprobadamente certero de la vida,  es así como evitando ver al otro como un jarrón, el cual dependiendo el cómo lo use o le digas como usarlo evitará lo inevitable. 

Y se podrá pensar: ¿pero vivirá más y en mejor calidad? 

Si, pero convertido en una cosa que no ama y no te ama. 

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